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Cañas, pintxos y barro, por José Ajero

Cañas, pintxos y barro, por José Ajero

De cara al 4º partido de la final de la Liga Endesa, José Ajero comenta las opciones de Baskonia y Madrid.

Obligado cumplir con lo obligatorio. La pasión por visitar Vitoria pasa por hablar de basket entre cervezas y pintxos, con T y con X. Desaparece la noción de la comida y de la cena, y solo queda el desayuno. El ritmo para los arrítmicos de la vida es letal. Pero es así, aquí se picotea, bebe y se habla de equis y de oes. 

Se hace común, en las horas postpartido, coincidir con protagonistas. Capital de provincia, se recoge pronto y más en domingo. La ciudad tiene una personalidad atronadora. Muy suyos de lo suyo, que comparten con sinceridad y defienden sin austeridad.

Piensen que han conseguido dinero del fútbol para hacer más grande al baloncesto. No por las vías clásicas del gran mecenas que parece sangrar para alimentar a las secciones. Qué va. En Gasteiz el crecimiento del fútbol ha sido por el basket.

Por todo, el domingo era el día grande. Vuelta a una final de ACB ocho años después de ganar. Asaltando Madrid a las primeras de cambio. Lo decía su director, Marcelinho Huertas: «Nos hemos ganado el derecho a jugar con ventaja campo en nuestra ciudad».

La costumbre avaló el derecho y las 15.512 personas que vinieron a la cancha. Récord de la ACB en una final. Ojalá la próxima se juegue en Mendizorroza. Un ambiente duro para los de fuera y tremendo para los de dentro. Una presión atmosférica, como se decía antes, sin trampas ni cartón para el Real Madrid.

Los blancos continúan su paso firme a la cima de la historia con cierta heroicidad. Su última versión ya no es el aplastamiento, no. Ahora apuestan por la resistencia y consistencia. Manejan en situaciones hostiles el marcador como Ryan Gosling los coches en Drive. 

Lo hacen contra gradas hostiles de turcos o vascos. Lo hacen por arriba del marcador y por debajo. Con golpes de autoridad y golpes de kárate. Con codos y muñecas, vamos. 

En su camino a la versión épica, resulta que sus americanos toman el relevo de un grupo nacional venido a menos. Ojo, por circunstancias puntuales. Quiero decir, porque Felipe, Rudy y Llull hacen lo que pueden en su situación. Cada una distinta, cada una mejorable para la campaña que viene.

La solvencia de Jeffery Taylor en los dos lados de la cancha tardó en llegar; la dulzura que hay en los tres de Trey Thompkins; y ésa jodida actitud de Jaycee Carroll capaz de hacer casi un punto por minuto jugado en la Final.

Baskonia es un equipazo, bien entrenado, bien construido. Con rotaciones de calidad similares a las blancas, pero sin el callo del barro. Porque no y punto. Porque eso se gana en la trinchera de años atrás, en la fuerza del grupo que sabe a quién arropar y a quién destapar.

Los vitorianos no han llegado a ese estado mental que dan los años juntos. Y eso que han sido mejores cada día del calendario, adaptándose a Pedro Martínez a la vez que guerreaban por Europa y se metían en el playoff. 

Mérito enorme, pero suerte poca. Pero es solo mi idea, ojo, que estoy en la Plaza de la Virgen Blanca con café y pintxo hablando de basket. Que en esta ciudad se debe.

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